Me pregunto qué nos pasó y desconozco la respuesta. Pero fuimos dos locos cuerdos, o dos cuerdos que como locos consiguieron hacer nada al más hermoso de los sueños.
Se dejaba arrastrar por el viento y el intrépido oleaje. Se dejaba abrazar por el sol, por la arena, por la espuma y el trino de las aves. Ella, la musa que habita en el mar.
La hojarasca que cubre el alero —del eucalipto y la siempreviva—, aguarda a que el viento gane fuerzas... Que en su vorágine la levante para bailar y a gozar con él, el vals del otoño fascinante.
Evocación, qué bueno que vienes. Llorón está mi pensamiento y necesito que me abraces fuerte. Conversemos de su vida, por favor. No del momento de su muerte.
A la pequeña mota de hilo la alzará del suelo, no su profundo deseo de querer viajar. La llevará por los aires un leve suspiro de una enamorada que su amor quiere abrazar.
Me gusta la lluvia que llega de repente y ver cómo la abraza y la bebe el paisaje. Disfruto en oírla y la hago mi confidente. Míos se vuelven su cantar y su mensaje. Delicias para un cafecito y pan caliente.